Sucedió hace 133 años, en aquel atardecer del 8 de mayo de 1884...

En aquel atardecer del 8 de mayo de 1884, en el momento de entrar en el convento de Ntra. Sra. de la Victoria, doña Carmen y sus primeras compañeras oran ante el altar de la Capilla de San Francisco de Paula. El amor de Dios las llama: la irrevocable entrega al Señor y a los hermanos centra la plegaria...  




Con una emoción penetrada y hecha vida

Madre Trinidad, una de las protagonistas, pasados unos cincuenta años del acontecimiento relata con una emoción penetrada y hecha vida:

"Entramos, al anochecer del día ocho de mayo de mil ochocientos ochenta y cuatro, Madre Fundadora, madre Patrocinio, sor Francisca y yo. Al llegar, nos llevó directamente a la capilla de san Francisco de Paula y nos arrodillamos las tres, quedando en pie Madre Fundadora; y puesta en cruz con las manos sobre nuestras cabezas, nos dijo: –Hijas mías, ¿me seréis fieles en la obra que vamos a empezar? – Y todas, con lágrimas en los ojos, llenas de grandísima emoción, nos quedamos silenciosas, sin poder articular palabra alguna; ni era preciso ya que lo afirmativo de nuestra decisión lo veía ella en la fe con que seguíamos sus pasos".

Su espíritu de familia alcanzaba a todas las hermanas

Si madre Carlota no hubiera proseguido la narración, la podríamos haber imaginado. Es el fruto esperado de la bondad y de la profundidad religiosa de doña Carmen; su amor de madre se alargaba más allá de aquellos brazos extendidos sobre el primer grupo arrodillado a su lado, su espíritu de familia alcanzaba a todas las hermanas, que, andando el tiempo, seguirían la voz del Señor por el camino que se iniciaba, regalo de Jesucristo a su Iglesia. En aquel momento, Carmen se dirigió a las allí presentes y "estrechándolas entre sus brazos, hizo esta plegaria":

"Jesús mío, no te pido otra cosa, en esta noche tan memorable, sino que no se condene ninguna religiosa de las que entren en este convento".

"Finalmente, la fundadora abrazó a cada una de las que presenciaban aquella escena, más para sentida que para descrita".


Las crónicas también recogerán la entrada en la Victoria aquel 8 de mayo de 1884

Capilla de San Francisco de Paula en el Convento de Ntra. Sra. de la Victoria. Testigo elocuente del inicio de la Congregación fundada por Madre Carmen: En aquel atardecer del 8 de mayo de 1884, en el momento de entrar en el convento de Ntra. Sra. de la Victoria, doña Carmen y sus primeras compañeras oran ante este altar. El amor de Dios las llama: la irrevocable entrega al Señor y a los hermanos centra la plegaria.




Sucedió el día ocho de mayo del año mil ochocientos ochenta y cuatro. Ocho graves campanadas habíanse dejado oír en el vetusto reloj del Castillo. Comenzaba el sol a ocultar sus últimos resplandores tras las colinas del pago de Gandía, y lo apacible de la tarde, típicamente andaluza, penetraba en los corazones, sensibles a las bellezas de la naturaleza.

Las calles Merecillas, Lucena, Diego Ponce, Calzada y Encarnación –itinerario de almas franciscanas, evangelizadoras de paz y bien, tema de su gran Patriarca– fueron testigos de los sentimientos de gratitud, que la sierva de Dios en lo más profundo de su ser abrigaba, al sentirse en vía franca de ver conseguidos antiguos, y siempre nuevos propósitos de consagrarse en cuerpo y alma al servicio de Dios y a las obras de misericordia y beneficencia con el prójimo.

Discreta oscuridad cubría la Carrera, cuando llegaron a ella, portadoras de imágenes que se conservan en la casa madre con especial veneración. La fundadora llevaba la del Niño Jesús, llamado de la calavera; Pepita Rabaneda, un crucifijo que se venera en el despacho de la curia generalicia; la señorita Lisaso, la imagencita de la Virgen dolorosa del Socorro, que recibiría la postrer mirada de la sierva de Dios; y Anita Martínez, la de san Francisco, nuestro Padre, que se ostenta en varios retratos de la sierva de Dios, y que vimos, primero en el recibimiento del convento de la Victoria y, después, en poder de la venerable dama doña Salvadora González de Aguilar, pariente y bienhechora de aquella.

Momentos después, penetran en el rehabilitado cenobio, meta de sus aspiraciones, y en procesión original se dirigen, por el patio, a la capilla de san Francisco de Paula, cuya gran puerta, acceso antiguamente a la clausura, las recibe en la iglesia. El corazón de doña Carmen latía con ritmo de elevados fervores. Las postulantes y demás compañeras permanecían mudas por la emoción que suele producir en lo más profundo del alma el llamamiento divino.

Hoy, 133 años después y con la alegría de haber celebrado el X Aniversario de la Beatificación de Madre Carmen, damos gracias a Dios por este gran regalo que es el tener a la Beata Madre Carmen entre nosotros, como ejemplo de vida e intercesora en el cielo.




Textos tomados del libro: "AMOR, HUMILDAD Y FORTALEZA. Madre Carmen del Niño Jesús González Ramos, Fundadora". Tienes información de este libro aquí.

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