Ocurría un 9 de mayo de 1857

A la hora convenida, suenan dos golpes cautelosos en los cristales de la ventana. ¡Ya están aquí! Ha llegado el momento. Con cuidado abren la ventana; la reja, estructura propia de la casa andaluza, separa a Joaquín y a Carmen... 

Señor, ¿qué quieres de mí?

Finalmente toma su decisión: se casará con Joaquín, en contra de la voluntad de su padre. «Antes hizo mucha oración y pidió a nuestro Señor la iluminase para ver si aquella era su voluntad». «Dios, debió inspirarle que por entonces era aquella su vocación y que en la cruz del matrimonio encontraría lo que ansiaba su corazón tanto: ofrecer sus penas y sacrificios por la salvación de aquella alma tan amada por ella».

Sucede el 9 de mayo de 1857

Hay que obrar con sigilo, su padre duerme. La doncella de Carmen, la acompaña en una de las salas de la planta baja de la casa. A la hora convenida, suenan dos golpes en los cristales de la ventana. ¡Ya están aquí! Ha llegado el momento. Con cuidado abren la ventana. La reja separa a Joaquín y a Carmen. Las miradas y las sonrisas afectuosas se cruzan. Joaquín está acompañado por un sacerdote y dos testigos. Por entre la reja estrecha la mano de Carmen, mientras ambos reciben la bendición del ministro del Señor. Terminado el breve acto, se despiden y con cautela cierran la ventana.

Perdóname, padre mío

Más tarde Carmen, que ama con delirio a su padre, respetuosa y apenada, va a pedirle perdón por no haberle dado gusto, se arrodilla ante él y con los ojos llenos de lágrimas le dice:
–«Perdóname, padre mío».
Don Salvador, enternecido por la humildad y sumisión de su hija, le perdona generosamente mientras no se cansa de repetir:
–«Mi hija es una santa...».

Hemos hecho caso a nuestro corazón

Y llega el día 7 de junio de 1857. Carmen a punto de cumplir los veintitrés años y Joaquín ya con treinta y tres se dirigen a la cercana parroquia de San Sebastián. Carmen, del brazo de don Salvador. El padre, sereno, su tristeza se calma con un íntimo orgullo; esta hija mía –se diría– que hoy traigo ante el altar, es una santa. Carmen, templada y modesta, de reojo contempla a su padre que avanza a su lado: ¡qué bueno es su padre, cómo ha luchado por ella y cómo ha sabido perdonar! A Carmen se le dibuja una sonrisa cuando ve delante a Joaquín, con su porte señoril, que la contempla orgulloso al reconocer el valer de su prometida. El carácter afectuoso y decidido de Carmen, su amor y su fortaleza han hecho posible que llegara este momento...


Textos tomados del libro: "AMOR, HUMILDAD Y FORTALEZA. Madre Carmen del Niño Jesús González Ramos, Fundadora". Tienes información de este libro aquí.


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